La industria de la música se reinventa

Entre finales de los 60 y mediados de los 70, la industria de la música estaba lejos del declive económico. Eran los años en que Eric Clapton veía cómo los Rolling Stones pagaban a gente sólo para vaciar ceniceros y David Bowie o Kiss emprendían mastodónticas giras llenas de efectos, con discos detrás que los respaldaban y que vendían decenas de millones de copias. Ahora, en 2011, Lady Gaga a duras penas puede vender más de 1 millón de copias de su último disco «Born this way» en su semana de debut y confiesa que «casi se arruina» al prolongar su gira, «Monster Ball», cuyas entradas alcanzan precios (y llenos) estratosféricos. Hace años que algo cambió en la música y los nichos de negocio no son los mismos que antes.

«Aunque no existiera la piratería, los niveles de negocio de hace diez años no van a volver, se han perdido», reconoce Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, asociación que agrupa a la industria española. Según el último informe de la Federación Internacional de la Industria Discográfica (IFPI), desde 2004 el sector ha registrado un declive del 31% en todo el mundo.

La crisis no entiende de tamaños. Las cuatro «majors» la sufren en sus propias carnes. Una multinacional como Emi, que controla el catálogo de artistas de la talla de Radiohead, The Rolling Stones o Pink Floyd, estuvo a punto de llegar a la quiebra durante el año pasado después de que el fondo de inversión que la controlaba, Terra Music, no pudiera hacer frente a numerosos impagos. El banco Citigroup, que tomó el mando de la compañía en febrero de este año, sigue sin encontrar comprador nueve meses después.

En otros casos, entra dinero de fuentes insospechadas hasta ahora. Warner Music, con artistas como Red Hot Chili Peppers, R.E.M. o Eric Clapton, también cambió de manos después de años registrando perdidas (sólo en el primer trimestre de 2011, la empresa se dejó 38 millones de dólares). Su nuevo propietario, es el oligarca ruso Len Blavatnik.

Mientras el mercado físico decrece (salvo los discos en vinilo, cuyo valor no decae), la industria digital, no conoce techo, con iTunes y Spotify a la cabeza. En la actualidad, el 29% del negocio de la industria discográfica tiene origen digital.

La IFPI declaró 2010 como «el año de las subscripciones». Spotify ya es la segunda fuente de ingresos de música digital para los sellos en Europa. Después de introducir un límite temporal de horas de música que se podían escuchar gratis (ante la presión de la industria y con el objetivo de entrar sin problemas en el mercado norteamericano), Spotify ha conseguido más de 10 millones de usuarios registrados, de los cuales más de 1,6 millones son de pago.

Y aunque la venta digital no deja de crecer (un 1.000% entre 2004 y 2010), no es suficiente: el aumento de los ingresos por esta vía no cubre las pérdidas totales. Sólo amortiguan la caída. En España, a pesar de que el mercado digital creció un 15% durante el primer semestre de 2011, al sumarle las cifras del mercado físico, el sector recoge unas pérdidas del 18%.

Esto no quiere decir que la música haya dejado de dar ingresos. Los da, pero en otros nichos de mercado que la industria está intentando monetarizar cada vez más. Experiencias como la música en vivo no conocen declive, si bien la crisis ha hecho que en España desde los ayuntamientos se hayan rebajado los fondos destinados a este tipo de eventos. Aún así, según Pollstar entre 1999 y 2009, los ingresos percibidos por la venta de entradas en EE.UU. pasaron de 1.500 millones de dólares a 4.600 millones. En España, el número de festivales no deja de crecer tampoco, y el precio de las entradas ha aumentado en todo el mundo en los últimos años.

«El balance entre ventas de discos y conciertos en vivo se ha invertido», indicó a Bloomberg el promotor de conciertos Harvey Goldsmith, que ha trabajado con The Who, U2, o Bob Dylan. «Un disco es ahora sólo un billete para salir de viaje», declaró Steve Van Zandt, guitarrista de la E Street Band de Bruce Springteen al respecto.

Otro de los ámbitos que la industria está explorando cada vez más es el «merchandising» y los derechos de imagen. Un estudio elaborado por Fedea, entre los economistas Michele Boldrin, de la Universidad de Washington, y Pablo Vázquez, de la Universidad Complutense, afirmaba que Warner ya tiene a la mitad de los artistas de su catálogo bajo el sistema de contrato 360º, en los que la empresa discográfica obtiene ingresos en todas las actividades que el artista realice (merchandising, derechos de imagen, tours, etc.). La búsqueda de patrocinadores es otro camino. IEG estima que los ingresos provenientes de sponsors de giras de conciertos en Norteamérica pasó de 1.380 millones de dólares en 2006 a 1.740 millones en 2010.

 

España, un caso de estudio

En nuestro país, la caída de ingresos ha sido bastante mayor que en otras economías: la industria se ha contraído más de un 50% en los últimos cinco años según Promusicae. «Las grandes casas de discos están abandonando sus operaciones en España», escribía «The Economist» en agosto, en un artículo en el cual reseñaba a España como uno de los países líderes en piratería. Según el semanario, esto está haciendo que las casas se vean atraídas por otros países como Corea del Sur, con leyes antipiratería más estrictas y donde, en vez de caer, los ingresos de la industria aumentan más que nunca. «España ha salido del top 10 de los mayores mercados de música del mundo, una noticia dramática», asegura Guisasola.

La IFPI también llama la atención sobre el caso español: los artistas debutantes que han alcanzado el top 50 han pasado de ser 10 en 2003 a ninguno en 2010. La cantidad de discos que hay que vender para alcanzar el número 1 también ha decrecido: con unas ventas de 6.500 discos en una semana se alcanza el más alto puesto de los más vendidos en España, frente a las 26.000 unidades que se requerían en 2004.

Sin embargo, la piratería no es el único problema nacional. Los precios de los discos en España lastran una considerable falta de competitividad frente a otros mercados colindantes. Comprar un disco en Reino Unido desde el portal británico de Amazon puede suponer en algunos casos un ahorro de hasta dos tercios de su precio en comparación con España, gastos de transporte incluidos. La compañía norteamericana lleva años percatándose de este fenómeno e inició en 2010 una agresiva política para captar al mercado comunitario: desde octubre de 2010, los pedidos superiores a 25 libras que se solicitasen desde su página británica no pagaban gastos de envío.

Ahora, la ofensiva sobre el mercado nacional ha culminado en el nacimiento de la filial española de Amazon, que se une a los servicios digitales en el abaratamiento del precio de los álbumes. Y es que, como remata Pablo Vázquez: «La era de los discos a 18 euros ha acabado».